miércoles, 1 de octubre de 2008

SEMINARIO IBEROAMERICANO DE TERAPIA HORTÍCOLA 2008




La invitación es para Noviembre en el Herbarium, Jose Arrieta 9960, Peñalolén.

Organizado por el Herbarium y la Asociación Chilena de Terapia Hortícola, el seminario será dictado por la señora Christine Pollard, BSc, HTM, Master en Terapia Hortícola de Canadá, y la señora Nancy Lee Colibaba, Directora de Educación y Terapia Hortícola del Royal Botanical Gardens de Ontario, quienes vendrán especialmente invitadas por el Herbarium.

Durante dos semanas intensivas nos centraremos en el maravilloso mundo de la hortiterapia, será la oportunidad ideal para intercambiar conocimientos y actualizarnos con nuestros hermanos de Costa Rica, Argentina, Cánada y hacer redes de trabajo.



¡¡Animate y ven a conocer el jardín sanador del Herbarium!!

UN VIAJE A TIERRA DE NIÑOS

Por Carmen Fariña Vicuña .Cientista política e historiadora y recientemente certificada como terapeuta hortícola en el Herbarium.


Fueron días muy intensos por todo lo que aprendimos en esta comunidad en la que los niños tienen un rol protagónico en el cuidado de su huerta y de su bosque. Constatamos además como aman su bosque, su laguna y sobre todo los animalitos que allí habitan. Nos dejaron una gran esperanza en el corazón de que si se puede, a través de su gestión, cuidado y amor a la naturaleza, salvar el planeta.
Partimos con Rosmarie, nuestra querida profesora de Terapia Hortícola, a un viaje sobre el cual no sabíamos lo que nos depararía. Íbamos a la selva peruana a aprender la metodología para implementar el Proyecto de ANIA: Tierra de Niños .
Desde Santiago nos preparamos para prevenir enfermedades típicas de la amazonía y nos vacunamos contra la fiebre amarilla, hepatitis A y B, tétanos y empezamos a tomar vitamina B, ya que ésta evita que los mosquitos te ataquen.
Antes de llegar a nuestro destino, Puerto Maldonado, el vuelo hacía escala en Cusco, lugar que no conocíamos y que además tenía como encanto las ruinas de Machu Pichu. Esto nos tentó a bajarnos allí y descubrir con nuestros propios sentidos la maravilla del tesoro Inca.
Una semana en la ciudad sagrada de los Incas bastó para impregnarnos del lugar, sus ruinas, y su belleza. Pero debíamos seguir al objetivo final de nuestro viaje: Madre de Dios, lugar que se ubica en la amazonía peruana.
Llegamos a Puerto Maldonado, un viaje de media hora en avión desde el Cusco. El calor húmedo bordeaba los 36°, pero estábamos felices. Nos esperaban los directivos y organizadores de ANIA. Allí estaban Joaquín, Vanesa y Ursula con un gran cartel y poco a poco fueron apareciendo los que conformaríamos el grupo en esta gran aventura. Nos fuimos acomodando en un bus contratado especialmente para nuestro traslado hasta el Fundo San Antonio, Km. 21 desde Puerto Maldonado.
Al llegar al CPTINI (Centro de Perfeccionamiento Tierra de Niños) nos bajamos en plena carretera ya que nos informaron que deberíamos caminar 1 Km. hacia el interior de un bosque pues el bus no entraba por su angosta trocha . Tomamos nuestro equipaje e iniciamos la caminata asombrándonos del bosque, sus gigantes árboles, las lianas y los distintos sonidos de pájaros hasta llegar a destino.
Armamos carpas, ordenamos nuestras cosas y almorzamos un buen plato de frijoles, arroz, plátano y yuca. Tuvimos una hora de descanso y el curso de capacitación comenzó de inmediato. Nos presentamos uno a uno.
El grupo, de 22 alumnos, era muy heterogéneo en edad, cultura y país de origen, pero nos unía el mismo interés: como crear una Tierra de Niños.
Luego de dos días de intensa capacitación teórica y desarrollar varios ejercicios en grupo, llegó el gran día de ir a terreno. Partimos un día muy temprano a Boca Amigo. Primero una hora en bus hasta Puerto Laberinto, un pueblo donde se abastecen los mineros que buscan oro en las orillas del río. Curioso lugar que nos hizo recordar las viejas películas del Oeste con sus calles polvorientas, repletas de bares uno al lado de otro y de locales de compra-venta de oro. En este lugar abordamos un bote y navegamos seis horas más de trayecto por el río Madre de Dios. Agotador viaje, pero valía la pena.
La Comunidad Boca Amigo nos esperaba con mucho cariño y allí estaban los niños que organizaron su Bosque de Niños (BoNi). Aprendimos en terreno como fueron logrando, con la ayuda de sus padres y la asesoría de ANIA, el área de recursos naturales, de salud ambiental y de expresión artística. Después de disfrutar de un hermoso amanecer, recorrimos el BoNi de Boca Amigo donde Ania nos dio la bienvenida enseñándonos de él. Caminamos durante tres horas su maravilloso bosque de árboles gigantes, hormigas venenosas, termiteros y culebras que nos miraban enroscadas en las ramas y navegamos por la laguna donde nos saludamos con los caimanes, lobos, pirañas y una variedad de aves multicolores que nos sobrevolaban curiosas.
Fueron tres días muy intensos por todo lo que aprendimos en esta comunidad en la que los niños tienen un rol protagónico en el cuidado de su huerta y de su bosque. Constatamos además como aman su bosque, su laguna y sobre todo los animalitos que allí habitan. Nos dejaron una gran esperanza en el corazón de que si se puede, a través de su gestión, cuidado y amor a la naturaleza, salvar el planeta.
Al regresar al CPTINI, ya veníamos con una idea muy concreta de TiNi y el curso continuó con la capacitación en temas como la espiritualidad y la sostenibilidad de una Tierra de Niños.
El último día, volvimos a Puerto Maldonado y realizamos otra salida a terreno, para conocer un TiNi en Huasoroco. En este caso, la tierra había sido entregada por su madre a un niño de 12 años que la trabajó y cuidó durante tres años con otros niños de la comunidad de aquél lugar. Ahora él, con 15 años, la entregaría a dos niñas de 7 años para que siguieran cuidándola. Fue un acto de transferencia muy simbólico y hermoso.
Por último vino la entrega de diplomas y la evaluación final. Esto sucedió momentos antes de que cada uno de los que conformábamos el grupo partiera a sus distintos puntos de origen. Fue alegre pero a la vez triste, como todas las despedidas. Sin embargo teníamos en el corazón mucho aprendizaje para compartir y entregar.
Valió la pena las picadas de distintos zancudos y mosquitos, el calor, la torrencial lluvia, el miedo a las arañas, murciélagos y culebras, la incomodidad de dormir en carpas, el único baño y ducha de agua helada o el enfermarnos del estómago. De verdad, valió la pena, porque la fuerza que nos entregaron las comunidades que visitamos, el bosque con su concierto de animales y pájaros y el paisaje de la selva con su río pintado de diferentes tonos al amanecer o al atardecer, le restan valor a todas las comodidades que puede ofrecernos la ciudad. Esta ciudad tan civilizada y tecnologizada, que no nos permite darnos cuenta de lo que efectivamente está pasando en nuestro planeta y del poco tiempo que nos queda para salvarlo.



Carmen Fariña V.
Julio, 2007
N.d.R Carmen Fariña Vicuña es cientista política e historiadora y recientemente certificada como terapeuta hortícola en el Herbarium.